Muy buena puesta de María Isabel Cané, con una actriz solvente, Mirta Vidazo (sabe lo que quiere y sabe lo que hace), que se movió tomándose el vientre, en una catarsis de sufrimiento, desdoblada en hablarse a sí misma, a «su amor», al hijo, a la madre…”Te prohíbo llorar” desgrana una letra fuerte, de una voz femenina como la de Graciela Licciardi, compartida con un autor como Jorge Luis Estrella que es un poeta genuino, y que confirma aquello que escribió Homero Expósito: «primero hay que saber sufrir…». Es la proporción que se necesita para la escritura, sobre todo para el teatro.
Una buena dosis de letra sufrida, con una dirección muy bien ensamblada, marcando los movimientos de ida y vuelta, con una música-sonido apropiada y «la caminata de la actriz en diagonal».
La segunda parte (esto corre por «mi estructura») a partir de la apelación a la escuela secundaria y a la mamá, ofrece un crescendo hasta el final bien planeado.
Este tipo de obras unipersonales siempre es riesgosa, pues el espectador debe permanecer allí, hay que incitarlo momento a momento. Si el monólogo (en el sentido de la voz solitaria) llegase a decaer, el espectador se fuga.
En “Te prohíbo llorar” se mantiene latente el interés del público; pude percibirlo a lo largo de la puesta, pues el mérito está en la dramaticidad de la letra y la actuación, en esa auto-apelación, en ese interrogarse continuo, en esa duda existencial por el hijo futuro.
La actriz se desdobla y va más allá de hablarse y cuestionarse a sí misma : le grita al mundo su angustia.
Está impelida por confesarse, quizás para buscar la complicidad o la conmiseración de un mundo resquebrajado. Se le hace necesario el regreso al origen, a su mamá y de esta manera, arriesgo, intenta «purificarse» para volver a empezar.
“TE PROHÍBO LLORAR” es una obra intensa, que convoca al espectador y no lo deja. Se lo lleva puesto. Para seguir pensando en la tremenda soledad de esa mujer, golpeada por la vida.