Obra que impacta profundamente. Se sufre con el alma y con el cuerpo. Angustia la permanente ambivalencia: lo deseado y lo temido. Lo amado y lo odiado. La vida y la muerte. Encrucijada de la que no escapa ninguna mujer y que no se resuelve jamás. Ninguna mujer deja de pasar por esos momentos cuando se sabe gestando, independientemente de la decisión que tome.
Sobre el final de la Obra uno sale preguntándose qué hará, porque aunque parezca que no deseó ese hijo, así fue. No existe el embarazo no deseado. Viene incluido en el «combo» del amor heterosexual, la necesidad de eternizarlo en la encarnación de un hijo. El amor es vida y la vida siempre quiere más, porque la vida es deseo.
Pero en la vida también está la duda, el egoísmo, el amor a uno mismo que limita nuestra generosidad y nuestras ganas de dar a otro vida. El personaje de la obra, por momentos llega al límite de tolerancia al dolor. Sabe que no quiere destruir a su hijo, pero no sabe cómo salir de su dilema. No puede sentirse amada, no sabemos qué significado tiene para ella que la amen ; piensa que no hay lugar para el hijo.
Por un momento pensé: esta mujer está muerta de miedo porque podría llegar a cumplir con su mayor deseo : concebir un hijo del hombre que más amó en su vida, aunque en esto se le vaya la vida y el hombre.
La obra merece más comentarios; cada párrafo inicia alguna línea de pensamientos.