Luz de fondo/Cristina Pizarro

Cristina Pizarro

Este es el cuarto poemario de Graciela Licciardi, una mujer que da testimonio de su época, un ser que intenta dialogar con su tiempo acerca de las distintas preocupaciones de la condición humana, con un texto que abunda en la narratividad, lo coloquial, la polifonía dentro de un contexto de incertidumbres que reflejan los rasgos de la postmodernidad.

En Luz de fondo se amalgaman los avatares de la existencia, la vida y la muerte, Eros y Tánatos en los vaivenes siniestros de lo cotidiano, las relaciones entre los seres que aman y se debaten ante lo imposible, lo imperecedero consustanciado en los objetos de la casa.

En primera instancia, podemos deleitarnos con la obra pictórica de la artista plástica Margaret Collazo, que ha sido elegida para la tapa del libro. El trabajo de Margaret, con técnica de acrílico y de pequeñas dimensiones destaca los ojos y la mirada entre las borrascas tenebrosas, que podría titularse Lo Permanente y lo Mutable. Lo permanente es el amor y lo mutable, el desasosiego, la desazón del hombre. Como la poesía de Graciela, la obra de Margaret fluye en el devenir y es en ese punto donde han hallado el encuentro con la vida.

Luz de fondo nos anuncia desde el título, la esperanza. Constituye una imagen lumínica basada en la Fe que triunfa ante la adversidad de lo terrenal.

A manera de sinfonía, el libro se estructura en cinco partes en donde se van concatenando el sentido de la vida a partir de que somos un ser para la muerte. Cada epígrafe es un nuevo amanecer y desde la voz de cada poeta Graciela Licciardi se nutre para erigir su propio universo.

La voluptuosidad de lo corporal desde la boca que promulga sus deseos y devora la sombra, hasta los huesos que se instalan en la última despedida.

La poeta mira en torno, se regodea con sus sentidos y en ese éxtasis de compenetración busca alcanzar la Purificación redentora.

Un tono melancólico enaltece la atmósfera del tango y en los versos coloquiales vibra un vocabulario costumbrista (madreselva-garúa- conventillo).

También en lo doméstico, se recurre a una musicalidad semántica que pone en primer plano objetos del pasado (balde de zinc-ropero con sus lunas-cofrecito de bronce-piecita del fondo-cristal de roca)

La escritura poética de G.L. se caracteriza por una referencialidad exagerada al cuerpo en conjunción con la misma escritura. En su arte poética se perfila ese deseo de Inmortalidad en la Palabra.

Una apertuda que celebra el mundo de la infancia con un epígrafe afín con la dedicatoria al hijo y un tono expresado con resonancias de la poesía dedicada a los niños que nos legó la gran maestra Gabriela Mistral, no invitan a deleitarnos con el cuarto poemario de Graciela Licciardi, Luz de fondo. Título que condensa la iluminación del espíritu y del pensamiento frente a la adversidad de la existencia, hilvanado con la cotidianeidad y lo siniestro en un planteo con sutiles interrogantes. El Paraíso Perdido se quiebra con la pubertad, como puerta a la muerte.

Cada epígrafe es un paso definitorio para entrar en la estructura de los poemas armados sobre la base de la intertextualidad, en instancias que develan la fruición lectora. Las cinco partes conforman un itinerario vertiginoso y sensual, en donde se manifiesta un lenguaje que recoge el rasgo propio de cada temática:

I.Fondo de cáscaras

II.Bajo fondo

III.Objetos de fondo

IV.Historias de fondo

V.Cuerpos en fondo.

En la primera parte hay movimiento por un espacio corpóreo. El cuerpo cobija los sueños. Se establece una conjunción entre el corazón y el cráneo manifestado en el tiempo que pasa y se concentra en el «amoroso odio». Se reiteran los binomios en memoria-recuerdo y el pronombre de primera y segunda persona «me» y «te». Reaparece una carga nihilista, como en libros anteriores de la autora,»no recuerdo», «no me decida» afín con el verso de Héctor Miguel Ángeli «que no me deja en paz».

Fluidas imágenes para la vida-muerte-deseo. Una trilogía que se cubre con el vacío y la sombra. Reptar es bajar al fondo y aplastar el deseo. Lo ígneo se destaca, vive y muere en la petit mort.

Con reminiscencias heideggerianas, un ser para la muerte. Entre la luz y la sombra, vamos siendo para la muerte. En nuestra condición de mortales surge el imperativo del espacio en tres dimensiones representado por el cuerpo y que pone en primer plano a la lengua. Boca como inicio de nuestra oralidad que devora la sombra. Acaso será la palabra la que posterga nuestra muerte. La escritura es el espacio donde se conquista lo imposible, tal vez para la autora.

Los huesos representan una fuerte imagen que nos retrotrae a los instantes del último adiós. En la acción de mirar, se entreteje con la palabra el encuentro con la sombra. El nombre también es el cuerpo.

Como leit motivs, aparecen el exilio, la deserción, la otredad. Una dulce agresividad que se destruye y se diluye en el tiempo. En paralelo, el tono social en un ritmo acompasado con la reiteración que nos duele.

Esa primera persona que se autodescribe, se asume ante la angustia. Hay una realidad que se distorsiona por el miedo, acosada por los principios de una tradición fundada por la culpa y los castigos.

En la obsesión del tiempo, el ser humano se debate ante el honor. Sueños y fantasías que restauran las heridas. Lo impermanente señala el camino. Una semantización de lo temporal insiste en la purificación a través de la lluvia-semen.

La tormenta exalta la sensualidad del «negro satén» y el acuoso desierto y la miel. La escucha de los sonidos en medio del naufragio.

Desde un foco metonímico, la cama engendra la unión y es receptora del deseo. La traslación de la figura al objeto acierta un recurso cinematográfico, ya anticipado, especialmente, en la novela Lágrima hueca.

El fuego de la muerte sacude con sadismo la sensualidad que se derrumba. El cuerpo en su sangre se detiene, se demora, queda quieto, tiene miedo.

Una realidad descripta desde el punto de vista de la conmiseración, por el derecho a una vida en libertad, por el goce eterno y el deseo. Una atmósfera constituida con un vocabulario asociado al tango (madreselva-conventillo-garúa) .Ritmo musical y pintoresquismo. Imágenes táctiles que dejan las semblanzas de seres y de objetos.

La memoria y testimonios de una época. Magistral recurso del «balde de zinc». Alusiones a la «piecita del fondo», «el cofrecito de bronce», «el cristal de roca», «el ropero con sus lunas», «una copita de anís»

En la última parte, se recogen a modo de ramillete los grandes temas abordados: la angustia existencial, el cuerpo, el deseo, el goce y el éxtasis, los miedos, la orfandad. El erotismo con su concepción poética del amor y la inmortalidad en la Palabra, quizás se erijan en los ejes centrales de la poética de Graciela Licciardi, quien ha elegido la voz «viva» para trazar su camino literario.

Cristina Pizarro (Escritora – Poeta – ensayista – Licenciada en Educación con doctorado en Literatura Infantil), Buenos Aires, 12 de junio de 2007

Luz de fondo/Gustavo Tisocco

Gustavo Tisocco

Habitar lo que nos pasa, lo que nos duele, lo que hace que sigamos el camino parece ser una función primordial en el poeta.

Graciela Licciardi habita en su poemario “LUZ DE FONDO” que es como un legado, un alarido, es brindarse, estar presente, es sangrar en cada verso.

Es a su hijo Fernando a quien la poeta dedica esta obra y no es casual que ella diga “no te apures hijo mío que la vida ilumina/madre soy en tu existencia y te digo/ correrás en feliz vuelo”. En este verso premonitorio pareciera que la autora invitara a incorporarnos en la atmósfera fresca y melancólica que transita el poemario, porque solo la magia de la buena poesía hace que el lector se sumerja en lo que lee y se identifique sintiéndose esencia del texto.

Pasamos por “Luz de fondo” por diferentes estados, diría más bien diferentes puntos cardinales que nos mostrarán a Graciela alta o baja, tenaz o vencida, nostálgica, sensual, vital o moribunda pero siempre será ella quien, desde su propio centro, se deja entrever en esta obra.

Una de esas etapas esta representada en FONDO DE CÁSCARAS donde la autora es sobre todo mujer. Ella dice “vivir de lluvia en el medio del tiempo morir de tanto ser mujer y de reptar por la vida aplastando el deseo” y es ella que se entrega sin preámbulos, sin miedos, que sabe que el ahora es lo que importa cuando leemos “tu lengua me arruina la tristeza y hay una luz de fondo que apaga el miedo” también se  muestra voraz y eróticamente malvada, con esa maldad que inflige el más alto placer, nos dice entonces “esta mujer que habita mi cuerpo destila un elixir asesino para el más enamorado” además abrumada por las pérdidas aparece la Graciela cotidiana que dice “nos quedó muy poco de lo poco que quedaba” o “no somos tantos ahora vamos quedando unos pocos en la hilera familiar de la foto” y parece que la pérdida del deseo, de la infancia, de los seres queridos lastiman a la poeta y es un dolor que transmuta y transmite al lector la añoranza, siempre presente en este bello poemario.

Después transitamos por  BAJO FONDO y es en este espacio que la autora habita la muerte, la enfrenta, la transgrede cuando dice “ahora las estrellas arañan mi vientre pero sólo hasta el cielo infinito” o “muero el cada día y la noche es una lánguida agonía de soles”, pareciera que aflorara desde este Bajo Fondo el deseo de permanecer indemne y se escucha como un grito al leer “toda una vida esperando el rescate”. La poeta sabe de la muerte pero pareciera encontrar la llave que la lleva a otros rincones, a otros espacios donde todavía la vida persiste gloriosa y magnífica pese a todo.

Luego OBJETOS DE FONDO donde entre otras atmósfera sobreviene la infancia propia y ajena, la de los seres que amamos y han entornado sus pasos , así leemos esta metáfora “los juguetes de los chicos que ya son hombres esperan la recompensa de estar en otras manos” versos de extrema melancolía, exquisitos. Es en esta parte donde tienen mucho significantes la ternura y esperanza Graciela dice  “velita de noche que encendió memorias y no dejó de arder por suerte todavía” y aquí el optimismo por el tiempo venidero parece quebrar con antiguos fantasmas, presente donde creo no queda ni siquiera lugar para la resignación o la duda al decir “el florerito con rococós incrustados sonriendo al ser recordado por la suave mirada de los niños” y son esos niños el futuro en que la poeta proyecta la vida.

Después en HISTORIAS DE FONDO Graciela parece querer plasmar vivencias y anhelos de lo que nos rodea, de seres que habitan nuestro mismo espacio haciendo que fluya la PALABRA.  Leemos “nada de comer en ese día sólo una botella que deshace el olvido” o “le detectaron cáncer en medio del romance” y parece que lo cotidiano se reflejara en nosotros mismos identificándonos y la poeta aparece como encargada de plasmar el instante inmortalizándolo de la manera más fresca, más genuina, aunque lo que inmortalice duela y lastime. Es aquí donde la poesía se torna por momentos denuncia, desgarro y donde lo social no pasa desapercibido para la autora y lo muestra, lo grita tratando quizás de abrir miradas, de hacernos percatar de nuestro entorno.

Por último CUERPO DE FONDO y es dónde vemos, desde el más puro lirismo, desnudarse por completo a la poeta, dice “la espera es un puente lánguido que se abre a la derrota” o “ahora que el tiempo esta hecho de palabras que peco de blasfemia” y pareciera que hay una despedida, un presagio, un resignado destino, pero Graciela eleva sus brazos, renace a su vez cuando leemos “rescatemos tu vientre y tus manos” o metáforas como “volver del polvo ardiente de las armas” “todo es fuente de mí aunque perezca en el intento una opaca joya que reluce en lo más hondo” pero es en la PALABRA que Graciela encuentra su victoria cuando se percibe entera al decirse/decirnos “la palabra me redime de la hipocresía por eso escribo soy Poeta”.

LUZ DE FONDO un libro para identificarnos, para hacer de sus etapas nuestras propias vivencias, para percatarnos del afuera, del adentro, para extasiarnos desde la metáfora soberbia.

Un libro a su vez homenaje a tantos poetas, que con sus epígrafes, parecieran estar habitándolo.

Un libro destinado a perpetuarse por ser alta poesía, vida y reflejo-

Gustavo Tisocco (Poeta – Neonatólogo)

COMENTARIOS: Luz de fondo.

Gustavo Tisocco

Habitar lo que nos pasa, lo que nos duele, lo que hace que sigamos el camino parece ser una función primordial en el poeta.

Graciela Licciardi habita en su poemario “LUZ DE FONDO” que es como un legado, un alarido, es brindarse, estar presente, es sangrar en cada verso.

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Cristina Pizarro

Este es el cuarto poemario de Graciela Licciardi, una mujer que da testimonio de su época, un ser que intenta dialogar con su tiempo acerca de las distintas preocupaciones de la condición humana, con un texto que abunda en la narratividad, lo coloquial, la polifonía dentro de un contexto de incertidumbres que reflejan los rasgos de la postmodernidad.

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