Ernesto Goldar – Poeta, Ensayista y Filósofo / Te prohíbo llorar

El amor es una estructura ausente

Yo dí más de veinte años y me quedé sin nada/ Ahora estoy sola, ha muerto mi niño enfermo y me he divorciado de mi esposo/ El problema no es el amor sino el límite que tenemos para sufrir o ver sufrir a los que amamos.

El amor está cuestionado por la desdicha. Es una suma de decepciones, un acontecer angustioso, un sueño de humillación y fracaso. Es imposible en la aventura de la protagonista, y el destino de la maternidad, será una razón recurrente para impedir que el hombre y la mujer se amen. El matrimonio sin amor, las mitologías que aprisionan las costumbres sexuales, la posibilidad de existir refugiada en los recuerdos y las ensoñaciones, las exigencias controvertidas con la realidad, las confesiones en palabras irreparables, las imágenes del pasado saturadas de dolor y nostalgia y el amor con “sufrimiento”, develan, sin duda, masoquismo.

La pareja, no el niño, es la enjuiciada, porque los devaneos de la confesión instituyen que las relaciones están sin realizar, son contratos incoherentes y desajustados, sancionados por la misma relatora, que nos dice que el amor ha sido un mito y el sexo una percepción descorazonadora. ¿Acaso propone al amor como pureza?. En fin de cuentas, el amor no está y la mujer lo padece como carencia; el amor se niega (o se instala en alegorías del pasado o en un futuro de fantasía), es el ausente, un esbozo que se interrumpe en seco y hace sobrevenir el desamparo. Parece ser que en “Te prohíbo llorar” las parejas nacen escépticas, oprimidas por una niebla de culpabilidad, y no pueden crecer. El matrimonio asuela; es pura ideología, un antiamor enteramente.