Por Graciela Licciardi
El término Resiliencia, según el diccionario, es la resistencia que oponen los cuerpos, especialmente los metales, a la ruptura por choque o percusión, luego se empezó a aplicar como “ una esperanza realista” y empezó a utilizarse en Medicina, Educación, Pedagogía, Sociología y Trabajo Social.
El origen etimológico del término deviene del latín “Resiliere”, que quiere decir “rebotar”, en este caso es la capacidad de la gente, de los pueblos, de rebotar a pesar de esas circunstancias que “lo tiran hacia abajo”. Si consideramos a la Resiliencia un proceso dinámico que tiene como resultado la adaptación positiva en un contexto de gran adversidad podemos decir: ¿acaso frente a los cuestionamientos adversos que se nos han presentado en la vida, la escritura nos ha servido como un acto altamente positivo para que, en la catarsis efectuada, nos hayamos podido despegar de todo lo negativo que hubiera sido de no depositar en ella toda esa adversidad y se haya trocado finalmente en algo positivo?
Boris Cyrulnik de Francia, habla de la maravillosa desgracia. Si consideramos resiliencia al proceso dinámico que tiene como resultado la adaptación positiva en un contexto de gran adversidad, podríamos decir que, en este mundo donde la adversidad es un factor común y diario, para lograr la manifestación artística, verdaderamente todos los que hacemos posible algo de este orden, somos resilientes. El acto de escribir, por ejemplo, implica un optimismo realista, aporta una mirada esperanzadora, porque procura trabajar sobre la fortaleza más que con la debilidad. Es importante que frente a la adversidad veamos un desafío y no un riesgo aplastante, dentro del marco ético y moral de la comunidad. La facultad de una construcción positiva, no es sólo afrontar la desgracia, sino además es construir positivamente sobre ella.
Hay elementos que a modo de disparadores nos permiten trabajar sobre las relaciones existentes entre el humor y la resiliencia incluyendo la temática de la subjetividad en la escritura. La cultura actual muestra una exaltación de la individualidad con una promesa de realización personal y una buena dosis de indiferencia respecto del conjunto solidario, donde el éxito se promueve como una pura afirmación personal que prescinde de los sistemas de reconocimiento y del trato con el otro. En este sentido, la Literatura debería denunciar estos conceptos y además generar un acercamiento al individuo para deshacer estas particularidades antes mencionadas.
Hay un autor, Jamerson, estudioso de la posmodernidad, que establece una comparación entre dos obras de autores que se han dedicado a pintar zapatos. Uno de ellos, Andy Warhol, es un plástico que ha producido innumerable cantidad de objetos. Llegó a realizar una serie de zapatos pintados a los que llamó Zapatos de polvo de diamantes y también Van Gogh pintó una serie de ellos, sobre la que Heidegger llegó a hacer el siguiente comentario que habla de la capacidad alusiva de esta obra: En la oscura intimidad del hueco del zapato está inscripta la fatiga de los paseos del labrador, en la ruda y sólida pesadez del zapato está afirmada la lenta y pertinaz pisada a través de los campos.
Jamerson señala que los zapatos de Van Gogh, estos zapatos campesinos expresan una composición histórica de sentido , hay una percepción de pobreza, del esfuerzo, del dolor y del sacrificio, una dimensión de la humanidad. Se transmite sentido, hay una exigencia de comprensión histórica, un abandono de lo diacrónico con un inclusión de categorías temporales.; los Zapatos de polvo de diamante de Warhol, son bellos e impactantes pero no remiten a nada, el observador no va más allá de su contemplación, carece de sentido, hay un goce de la sensación visual, un dominio de lo sincrónico y categorías de espacio.. También debemos saber que todavía subsisten en algunos barrios, clubs, plazas, cafés, lugares sociales de diálogo y de sostén, fomentan los encuentros y la interacción, promueven sentimientos de identidad y pertenencia y son productores de una identidad historizada. Los hiperespacios modernos, en cambio, los shoppings, las avenidas, los grandes hoteles y tiendas promueven encuentros acotados, pasajeros, donde se da una pérdida de la singularidad histórica. Podemos apreciar entonces que es más fácil interactuar con la escritura en espacios pequeños como los cafés literarios, grupos de encuentro reducidos, donde el ambiente es más intimista y la contención se hace notoria, esto en el orden del sentido de pertenencia antes mencionado, donde nos sentimos valorados en todo el quehacer artístico.
Las personas resilientes se manifiestan conformes con ellos mismos y tienen confianza frente a la ayuda que le pueden brindar otras personas; sienten que los demás no depositan en ellos expectativas superiores a sus posibilidades y afrontan sin desesperanzarse las limitaciones que la vida presenta. Los que escribimos, a mi entender, aplicamos estos términos resilientes en muchos aspectos de escritura misma y ella como medio de apoyo formal que nos ayuda a seguir adelante, garantizándonos un crecimiento y desarrollo humano para desempeñar funciones de excepcional relevancia en la sociedad en que nos toca desenvolvernos.
En síntesis la Resiliencia en la escritura es una idea atrayente para rescatar las potencialidades de los beneficiarios. En la escritura se asumen aspectos de la resiliencia que pueden ser promovidos: autoestima, autonomía, creatividad, humor e identidad cultural.
Por último cabe preguntarnos ¿ es posible estructurar un proyecto escritural con enfoque de resiliencia a partir de los resultados de compromisos asumidos con las comunidades y los diversos aportes de las contrapartes del proyecto?