Título de la ponencia: Maternidad ¿elegida o impuesta?

Por Graciela Licciardi

El tema elegido para esta ponencia está incluído en Nuevos Paradigmas, nuevos códigos y dentro de ello se encuentra el abordaje hacia la percepción del cuerpo femenino, la construcción de la subjetividad, la maternidad y la sexualidad.

 

Como introducción tomaré como ejemplo la pieza teatral “Te prohíbo llorar” de mi autoría conjuntamente con el poeta Jorge Estrella, que plantea, justamente, el conflicto de la maternidad, entre otros conceptos, de la que Vilma Osella, Periodista y Poeta relata sintéticamente el argumento, vertiendo, además, algunas apreciaciones de la misma: “ La obra es un monólogo cuyos pliegues, por momentos luminosos y poéticos y otros sombríos, inciertos, inquietantes comprometen al espectador en una singular aventura: penetrar en el laberinto del alma humana que cuando habita un cuerpo de mujer no escatima los miedos, las honduras, la incertidumbre, la ternura, la intriga, el misterio y el coraje. Todos esos atributos necesita esta mujer sin nombre ni estado civil evidente, que le habla a un embrión que late en su seno. Viene de una derrota sentimental, de una mala experiencia de pareja, de soportar el dolor de un hijo enfermo que su padre ignora y detesta a la vez. Viene también del máximo dolor de sufrir su muerte después de haberlo cuidado y amado en forma superlativa. En suma, viene de una separación traumática y de la peor prueba vital. Entonces se enfurece con este disímil proyecto de hijo; piensa que va a entorpecer esta nueva relación que la ilusiona, que la catapulta hacia una nueva vida, que le da indicios concretos de esperanza…

El espectador nadará en dudosas aguas¿ Ama o no ama la protagonista sin nombre a ese nuevo hijo al que insulta, acusa, explica, ultraja, y dialoga con él en ciertos momentos con infinita ternura? Esta ambivalencia nos introduce en la incoherencia interior de una mujer dolida y sola, que también sola, debe tomar una decisión. Las focalizaciones diversas, la predilección por las ideas descarnadas, a pesar de la desolación transitoria del personaje, genera una aceptación de ese final abierto que dice y no dice, pero advierte; que subyace y, en definitiva, deja librado al público el final, al mejor estilo Ionesco.

Ahora bien, conocida la temática que abarca esta obra, que expongo como ejemplo, me inclino a afirmar que se trata de un tema de carácter universal, ya que, en tanto la mujer como ser apto para la procreación, no necesariamente implica que siempre pueda o tenga que desarrollar la capacidad de maternaje; en este proceso se ponen en juego un conjunto de cuestiones psicoafectivas características para cada cual en particular, pues confirman los mismos profesionales, ser madre es parte de tener sentimientos ambivalentes. Durante siglos la mujer ha sido sometida a maltratos morales y deshumanizados donde con gran sutileza se le iba inculcando una cierta manía de destrucción dirigida hacia adentro que la sustraía de la percepción de lo que verdaderamente ocurría y se lo coloreaba de erotismo para conformarla. De ese modo, con la evolución de los tiempos se comenzó a producir en la mujer una “subjetividad” sometida a la ilusión de la utopía de la felicidad privada y así comenzaron a aflorar síntomas de violencia autodestructiva, sensación de vacío, depresión y melancolía que había pregonado Sigmud Freudy que, por tal motivo, el psicoanálisis comienza a realizar modificaciones dirigidas a la entropía: es decir a una medida de desorganización, enfermedad, vejez y muerte provocada por estas situaciones de cambio en el pensamiento femenino.

Ahora pregunto: ¿Acaso en esta multiplicidad de factores, esto se da porque la mujer ha sido víctima de nuevas significaciones en donde lo femenino maternal, que subyace en el imaginario social, se vio vapuleada por el duro juicio y conflicto acerca de si acceder o no a la maternidad?

Desde aquí deberíamos repensar si es verdadero ese “instinto maternal” que tiñe a la mujer de una connotación cuasi sagrada, sin asociarla a una figura sexual que desea algo para ella misma. ¿Acaso la maternidad unifica todo deseo en la mujer y oculta o deja afuera otros campos deseantes? En estos tiempos se celebra el individualismo como máximo exponente. La exaltación del Yo y por ende el narcisismo se consideran un logro. Pilles Lipovetski reivindica “el fin del homo politicus” y el advenimiento del “homo psicológico” que sólo cree en el bienestar. La cultura dominante pasa a ser la posibilidad de ser feliz con la adquisición de productos materiales siendo esto el fin de los lazos para vivir en comunidad. Por lo tanto lo que intento expresar es que en ese interjuego entre las pulsiones de vida y las de muerte se constituye la base que en la actualidad se erige dicho el individualismo y por el cual, la mujer que se encuentra ante una latente maternidad, se enfrenta a la disyuntiva de pensar si es verdadero o no, el deseo de concebir un ser. Sería bueno, entonces, que empecemos a indagar si, dentro de la trama social, hay un peso simbólico que impera en los ideales y valores culturales referidos a qué se espera de una mujer frente al hecho de la maternidad. La madre no es articulada como un sujeto sexual que desea algo para ella misma, puede incluir el control de otros pero no el de su propio destino. Esto se presenta como una certeza casi incuestionable, como un perverso entretejido de significados para la mujer que carece de toda explicación racional y para ello se necesita convertirlo en mito.

Sebastián Jorgi, narrador, poeta y dramaturgo confirma esta disyuntiva cuando manifiesta sobre : ”Te prohíbo llorar” que desgrana una letra fuerte, de una voz femenina dando cuenta de aquello que escribió Homero Expósito :»primero hay que saber sufrir…» y agrega que a partir de la apelación a la escuela secundaria y a la mamá, ofrece un crescendo hasta el final bien planeado. En ese interrogarse continuo, en esa duda existencial por el hijo futuro, la actriz se desdobla y va más allá de hablarse y cuestionarse a sí misma : le grita al mundo su angustia. Está impelida por confesarse, quizás para buscar la complicidad o la conmiseración de un mundo resquebrajado.

Mi cuestionamiento es entonces: ¿La ecuación mujer=madre congela traumáticamente el interrogante sobre lo que en forma enigmática desea una mujer? ¿ tendería, entonces, a amar narcisísticamente? ¿buscaría amar al hijo como extensión de su propio cuerpo y no como objeto diferenciado? Con estas preguntas me propuse abordar este anudamiento irreductible que está dado por la pugna entre lo que ofrece el discurso cultural y el anhelo individual. Es común escuchar de los hombres frases tales como: “quién lo va a entender mejor que la madre…no hace falta ni que se hablen…ella sabe lo que el hijo necesita” y entonces se cae en el error de creer que las organizaciones familiares caracterizadas por una excesiva intensidad en la relación madre-hijo y una figura paterna desdibujada es la mejor solución para cargar todo el rol social, educativo y psicológico sobre la mujer.

Ahora bien, escuchemos las opiniones de tres entendidos, sobre la obra “Te prohíbo llorar” pero tomando sus conceptos no como calificativos de la misma, sino como planteo dentro de sus propias ideas vertidas, sobre el tema hoy en cuestión planteado y cuya especificidad intento definir:

María Laura Scazziotta, Licenciada en Psicopedagogía, opina que en “Te prohíbo llorar”se sufre con el alma y con el cuerpo. Angustia la permanente ambivalencia: lo deseado y lo temido. Lo amado y lo odiado. La vida y la muerte. “Encrucijada de la que no escapa ninguna mujer y que no se resuelve jamás”. Ninguna mujer deja de pasar por esos momentos cuando se sabe gestando, independientemente de la decisión que tome. Aunque parezca que no deseó ese hijo, así fue. No existe el embarazo no deseado. Viene incluido en el paquete del amor heterosexual, la necesidad de eternizarlo en la encarnación de un hijo. El amor es vida y la vida siempre quiere más, porque la vida es deseo. Pero en la vida también está la duda, el egoísmo, el amor a uno mismo que limita nuestra generosidad y nuestras ganas de dar a otro vida.

María Cristina Pizarro, Profesora, Escritora: dice: El texto de la obra dramática “Te prohíbo llorar” se inscribe como monólogo en el que se conjugan distintas voces que arman la trama, tal vez sea la triada de madre-padre-hijo, y con mayor énfasis se plantea la cuestión en la díada, a partir del cuerpo que fecunda un ser en su vientre.

Hay una historia que se construye a partir de la intriga de la indecisión. Este proceso es una síntesis de elementos heterogéneos que se suceden en el relato de la protagonista, que sufre, que tiembla de miedo, por los múltiples acontecimientos pasados y el incidente que constituye el eje del conflicto que es temporal y define el sentimiento de angustia y frustración ante la pérdida por el abandono de su primer marido y la muerte de su hijo. Hay un tiempo que pasó y dejó heridas abiertas y hay otro tiempo que continúa, no se puede detener a pesar de la actitud de la mujer de mantenerse atenta y con manos a la obra. Se suscitan corrientes antagónicas en el personaje que duda ante el nuevo alumbramiento y el deseo de vida de ese nuevo ser que se está gestando , que todavía no tendrá nombre, y que a decir de ella, es un insecto, una larva y que sin embargo, pugna por nacer.

Ernesto Goldar, Poeta, Ensayista y Pensador expresa de la Obra que “El amor es una estructura ausente. Dice el personaje: “Yo dí más de veinte años y me quedé sin nada/ Ahora estoy sola, ha muerto mi niño enfermo y me he divorciado de mi esposo/ El problema no es el amor sino el límite que tenemos para sufrir o ver sufrir a los que amamos”. Y Goldar continúa: el amor está cuestionado por la desdicha. Es una suma de decepciones, un acontecer angustioso, un sueño de humillación y fracaso. Es imposible en la aventura de la protagonista, y el destino de la maternidad, será una razón recurrente para impedir que el hombre y la mujer se amen. El matrimonio sin amor, las mitologías que aprisionan las costumbres sexuales, la posibilidad de existir refugiada en los recuerdos y las ensoñaciones, las exigencias controvertidas con la realidad, las confesiones en palabras irreparables, las imágenes del pasado saturadas de dolor y nostalgia y el amor con “sufrimiento”, develan, sin duda, masoquismo. La pareja, no el niño, es la enjuiciada, porque los devaneos de la confesión instituyen que las relaciones están sin realizar, son contratos incoherentes y desajustados, sancionados por la misma relatora, que nos dice que el amor ha sido un mito y el sexo una percepción descorazonadora…Parece ser que en “Te prohíbo llorar” las parejas nacen escépticas, oprimidas por una niebla de culpabilidad, y no pueden crecer. El matrimonio asuela; es pura ideología, un antiamor enteramente.

De esta forma, continúo, advertimos en estos discursos, cómo cada ser humano ve desde una perspectiva diferente; algunos hablan de angustia, de indecisión, de ansiedad, de escepticismo, pero también de amor, de deseos incumplidos, de negaciones y de intrigas, de ensoñaciones y de fecundación, y yo agrego: ¿acaso las mujeres que no quieren o no pueden ser madres quedarían condenadas al exilio?. Pero también están las otras: aquellas que ejercen abuso de poder que tienen como madres, pero esas no son condenadas o cuestionadas. Y entonces pregunto: ¿frente al dilema bioético que supone la interrupción de un embarazo, prevalece el derecho de la mujer a asumir autónomamente y con libre decisión el hecho de hacerlo?, ¿está prevista la objeción de conciencia para los profesionales que no quieran practicar dicha interrupción?

Las respuestas están en nuestras mentes, en nuestro intelecto pero también en nuestro corazón. Sólo pretendo no empobrecer la perspectiva de la realidad sino actualizarla desde ideas por mí expuestas en esta ocasión. Pero sepamos que más de 250 organizaciones de mujeres, sociales y de derechos humanos aspiran a que la maternidad sea una elección y no un mandato; para ello se destaca en los fundamentos de un proyecto de ley que prevé el acceso gratuito al aborto en hospitales públicos y su cobertura en clínicas y sanatorios de obras sociales y prepagas hasta las 12 semanas de gestación y más allá de ese límite en casos de violación, malformaciones graves fetales y riesgo para la vida o la salud de la mujer.

La maternidad puede ser elegida o impuesta, hay una diferencia abismal entre un concepto y el otro, hay miles de razones para optar pero yo, Graciela Licciardi, estoy a favor de la vida, más allá de las circunstancias, porque Dios es el que da y Dios es el que quita; todo es cuestión de creerlo.

 

Bibliografía: 

Freud: “El malestar de la Cultura”/ Topía artículo”Un paradigma de la época”/Página 12: El País: Maternidad como elección/ Gloria Abadi: “Maternidad y poder”