El Diario de Rosalind Schieferstein» de Cristina Pizarro.

Graciela Licciardi, Septiembre de 2010

¿A quién desnuda el Diario de Rosalind Schieferstein de Cristina Pizarro?

He leído la obra poética completa de Cristina Pizarro constituída por: “Poemas de agua y fuego”, “La voz viene de lejos”, “Lirios prohibidos”, “Jacarandáes en celo”, “Confesiones de Gertrudis Glauben” y he analizado uno de los ejes temáticos que atraviesa su escritura, me refiero a la presencia del cuerpo y este libro que hoy tengo el agrado de presentar aquí: Diario de Rosalind Schieferstein, también lleva esa impronta.

En la escritura de cada personaje de su invención de Cristina Pizarro nada ocurre porque sí, tal vez no provocado en su totalidad y conscientemente sino muchas veces descubierto a través de lo onírico o en la simplicidad de lo intuitivo.

El libro está dedicado a Osiris y dice la autora: “personaje nacido de mis ensueños y que me brindó la dicha de alcanzar una nueva vida” y más abajo afirma Rosalind: “como la semilla morirás para renacer en forma de espiga” que son parte de los versos del poema “Para Osiris Brombeerstranch”.

La fuerte percepción de lo soñado desemboca en la memoria y la autora lo convierte en poesía. Cristina Pizarro en el prefacio, dirigiéndose al lector, escribe: “quien se limite a buscar la anécdota, no la hallará, pero tampoco encontrará el sentido quien ignore (desconozca) la importancia del pensamiento simbólico y mítico”.

Rosalind nos conduce a través de su Diario hacia un Muro y Laberinto, como se titula la primera parte, y una vez más al leer lo que ha escrito la autora nos sentimos envueltos en una seducción poco usual; el deseo por alcanzar el amor es un acto de lucha, de convencimiento, de tenacidad, de esperanza, de vehemencia, que lleva a Rosalind a atravesar todos los escollos para llegar al final del laberinto donde quiere alcanzar la dicha.

Así Cristina Pizarro demuestra una vez más, a través de su escritura, ese anhelo incesante de un ser renovado que necesita la experimentación del amor para concretar sus sueños. Rosalind se va construyendo dentro de un ambiente de ensoñación cuyas vivencias van siendo impresas a lo largo de este Diario que desnuda su alma. La Licenciada Berta Richter lo denomina “Diario Lírico”, donde la excelsa búsqueda de la belleza y la intimidad en que nos sumerge Rosalind, nos hace evocar sentimientos por todos transitados, como el amor, el deseo, los recuerdos de la niñez y la adolescencia y las eternas interrogaciones acerca de la vida y la muerte, constituyéndonos, a los lectores, en testigos y cómplices de sus manifestaciones.

Rosalind, a lo largo de todo el Diario, sufre constantes mutaciones: es Perséfone, Eurídice, Isis. El primer poema “Yo soy” lleva un acápite de Eurídice “no sé, no consigo recordar…tendré que aprender de nuevo el dolor…¿cuánto tiempo estuve muerta?” y en alguno de sus versos nos dice “mi mente arrolla incansable el mundo sensible/ se arrastra en la lengua/ saborea el néctar”. Rosalind es la que camina sobre el fuego, la que se prosterna al borde de la fuente, la que se asombra ante la trampa del tiempo; “los huesos y la médula arman un laberinto” dice en un poema y en otro “como una hechicera que indaga la naturaleza, descubrí en mi cuerpo las claves” o a veces se pregunta: “quién es esa mujer que se angustia”. En el poema “Palabas a mi madre”, por ejemplo, escribe desde Perséfone.

En una segunda parte “Entre mi cuerpo y yo” aparece más ferozmente la mujer deseante, amante de la naturaleza y que, como en sus libros anteriores, se detiene en la contemplación de múltiples criaturas, flores, lugares especiales y frutos que la tierra da. Nos trae las cúpulas del Islam, el pájaro azul de la mañana, las ágatas, amatistas, corales de la India, azucenas, narcisos y tulipanes, como así también caracolas, geranios y amapolas. Rosalind dice que “en la escritura de Dios estará cautiva” y en el poema “Filigrana “ dice …”nuestro Dios está en prisión ante la defensa satánica”.

Por ello Rosalind es, y me gustó llamarla así, de una “religiosidad peligrosa”, es una mujer que es a la vez muchas mujeres, es hechicera, amante, serpiente emplumada, guerrera, mujer sensual, misteriosa, indagadora.

Y también pregunto: ¿De quién es el ropaje de papel que impresionó los ojos de Rosalind? ¿Ante quién se desnuda o quién se desnuda para ella? ¿Sigue siendo esa niña de vestidos con puntillas almidonadas y lazos con moñitos enmarañados? ¿Dónde ha quedado el “corset de la inocencia” como dice Rosalind?.

Ella es un personaje entrañable, a veces se mueve entre la vacilación y el miedo paralizante frente al mundo hostil e implacable en el que le toca vivir; no deja, sin embargo, de sentir asombro, todavía, ante la maldad o las vicisitudes, pero con su “apariencia débil” es capaz de derribar muros a costa de algunos sacrificios o tristezas y, como manifesté antes, en todas sus obras y en especial en esta, Cristina Pizarro hace hincapié en un personaje principal que siempre pone el cuerpo, a veces en forma erótica y otras muchas en un cuerpo enfermo, tal vez no tanto física sino anímicamente, un cuerpo y un alma desconsolados, faltos de amor o, mejor dicho, siempre en búsqueda del mismo.

En la tercera parte de este fantástico Diario, “Osiris y Rosalind” ella dice: “sufrir, tolerar, aguantar, soportar”…”el crujir tormentoso es un demonio fatal…lo único que tiene sentido es seguir el camino”.

No obstante Rosalind logra vencer al Leviatán: le dice en el poema: “por qué insistes en guardar el tesoro de la inmortalidad y vigilar las perlas y diamantes del árbol de la vida” y Rosalind concluye “ después de permanecer eclipsada adentro del arca feroz tu cuerpo irrumpe con huellas de azabache y de coral”.

¿Qué es lo que Rosalind no dice y se mueve en constante expansión?

Ella habla en un poema: “el secreto es una urdimbre que trepa por la espesura de los montes” , es enigma, es aliento, es el ser íntimo. Nos escribe sobre encrucijadas, cito: “la otra muerte es un casi nada sin tiempo/ es desanudarse el nudo de la existencia”

Rosalind Schieferstein, se identifica con Isis y le manifiesta a Osiris que ella también va a ayudar a recomponer el cuerpo descuartizado del mismo, aludiendo al mito y constituyéndose en salvadora. También los rostros y cuerpos duplicados que aparecen en el poemario denotan un juego maravilloso del doble, eje escritural de vanguardia.

Frente a tantos interrogantes que nos instala el “Diario de Rosalind Schieferstein” quiero decir que los poemas de Cristina Pizarro son como una ola gigante, primero nos sorprende, nos lleva de aquí para allá, entre paisajes encantados, mezclados con el miedo, de pronto la ira, el sufrimiento, la angustia, nos invita a ver los diferentes frutos y criaturas de la naturaleza, nos eleva hacia la exaltación de los sentimientos del amor y cuando nos encontramos allí, en la cresta de la ola, en su punto máximo, comienza a descendernos serenamente, con palabras cautivantes, glamorosas, míticas y siempre nos deja una esperanza, una renovada fe, un sentido de la existencia.

Rosalind es un ser que nos encanta y su deseo es ser amada, encontrar victoriosa el por-venir, se refleja en Osiris, combate con los vampiros, renace en ángel nuevo, habla del buitre, de hechiceros y de la resurrección, se contagia del espíritu de Démeter, en fin, Rosalind concluye el Diario diciendo: “Una mirada estoica se refugia/ en los senderos/ tritura el dolor/ subyugada por la injuria/ se empeña/ en el deseo.

En el “Diario de Rosalind Scheferstein, se desnuda ante ella misma y nos desnuda a nosotros sus lectores; un libro para disfrutarlo por su alto contenido poético y su vuelo excepcional que, estoy segura, para aquel que lo lea, quedará grabado su corazón, y al cual debiéramos darle la importancia que se merece a esta escritura trascendental de Cristina Pizarro, que debería ser muy apreciada en estos tiempos.