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SEMINARIO: Literatura y enfermedad. | Graciela Licciardi

SEMINARIO: Literatura y enfermedad.

Por Graciela Licciardi

El propósito de la siguiente ponencia tiene por objeto establecer la relación entre literatura y enfermedad, producto resultante del Seminario que realizáramos varios componentes con la Profesora Cristina Pizarro en la que hemos visto cómo muchos autores han tomado como base el motivo de un padecimiento, ya sea físico o mental para desarrollar una narración, basados en fundamentos sólidos otorgados por la medicina, momentos histórico-sociales y cualquier otro elemento que contribuyera a la escritura.

En virtud de haber elegido dicha temática, hemos advertido que se ha abordado desde diferentes puntos de vista y que, a partir de diferentes factores sociales, políticos, ambientales, económicos y tecnológicos fueron apareciendo múltiples enfermedades a lo largo de la historia de la cultura.

Nuestra ocupación ha sido analizar el desarrollo de cada narración , las descripciones que cada autor eligiera para describir la enfermedad y además hicimos hincapié en analizar la manera en que dicha enfermedad inside en los personajes escogidos, el carácter que les es impreso, el tratamiento designado , la forma de aceptar las dolencias y el enfrentamiento con la muerte en algunos casos.

En este caso he tomado como base el planteo de Susan Sontag, La enfermedad y sus metáforas, que hemos visto en el Seminario y fue nuestro punto de partida, en la que ella rastrea rasgos característicos de la tuberculosis, especialmente en el padecimiento de los escritores del Romanticismo y, luego, las características del cáncer que ella misma padeció por tres décadas.

TÍTULO DE LA PONENCIA:

Boquitas pintadas de rojo carmesí

de Manuel Puig

¿Cuál es la verdadera enfermedad en Boquitas pintadas?

En Boquitas pintadas, Folletín, así lo titula Manuel Puig, una novela por entregas, propia del mundo femenino, el autor transgrede los códigos del género y lo transforma en una novela de vanguardia.

El autor publica esta novela en 1969, un período contradictorio de cambios diversos, el pop art, el camp y el kitsch, cambios violentos, transgresiones, originalidad, consumo, represión, masificación y lo aplica metamorfoseado en el contexto de un pueblo de la década del treinta produciendo así un extrañamiento fascinante que cautiva a los lectores. (1)

Puig exalta esas contradicciones en los personajes, desnuda las significaciones más íntimas y causa un efecto de distancia y acercamiento a la vez que magnifica la esencia de un discurso escritural que lo diferencia de muchos autores contemporáneos a él.

El período temporal que abarca la narración va desde 1935 a 1968. Esta novela escrita como “folletín” en 16 entregas, que, como en los radioteatros de la época, se hablaba permanentemente de lo prohibido a través del ocultamiento y la simulación, y, en este anverso y reverso de la envidia y de la hipocresía, las mujeres seguían apasionadamente estas historias pendientes de la “entrega” del próximo capítulo. El folletín en su fórmula tradicional incluía: lenguaje popular, caracterización sumaria de los personajes, esquematismo de situaciones, desarrollo cronológico lineal, intriga, amores y traiciones melodramáticas, tensión creciente al final de cada entrega. (2). Tal es el propósito de Puig de darle esta estructura a Boquitas pintadas, para ponernos en situación de época.

En dicha novela se aborda directamente el tema de la tuberculosis como enfermedad puesta en relieve; ya desde el comienzo, en las primeras líneas leemos la necrológica del personaje principal, Juan Carlos Jacinto Eusebio Etchepare, que fallece a la edad de 29 años el 18 de abril de 1947. Recordemos que en 1900 el 97% de la población de Europa occidental presentaba lesiones tuberculosas y la mortalidad alcanzaba cifras de 200 por cada 100.000 habitantes y año. Recién entre 1943 y 1951 el descubrimiento de fármacos cambió radicalmente el pronóstico y la epidemiología. En 1960 sólo un 60% de la población mundial presentaba lesiones tuberculosas y la mortalidad por esa causa se había reducido a 10 personas por 100.000 habitantes y año, no obstante el volumen global de enfermos tuberculosos en el mundo alcanzaba la cifra de 15 millones (3)

¿Pero es, en realidad, la tuberculosis, la verdadera enfermedad en esta novela?

A lo largo de la misma vemos la decadencia que va sufriendo el cuerpo de Juan Carlos Etchepare, la imposibilidad de comer, los ahogos, el calor excesivo, la sudoración, aunque también advertimos que el personaje siempre juega con su salud, se tienta con el cigarrillo sabiendo que no debe fumar, hace caso omiso a las recomendaciones del médico a quien no visita sino esporádicamente, etc.

La correspondencia epistolar de las primeras entregas representan la importancia de la mirada del otro, es decir, la narración de hechos sucedidos que a simple vista pueden parecer una cosa pero entonces el objeto de observación sufre un cambio según el sujeto narrado, lo que se llama el narrador testigo o a la mejor manera de Jorge Luis Borges se expone, en esta novela, la impronta que uno es el recuerdo de su propio recuerdo.

Todos los personajes de ese pueblo, Coronel Vallejos, son negadores de la verdad: la tuberculosis circundaba sus vidas, Juan Carlos lo sentía, cito: “la humedad y el frío hacían brotar musgo en sus pulmones”,(pág.87), la aparición de manchas en los pulmones en una placa radiográfica, el informe del Dr Malbrán, que en realidad fue un gran Tisiólogo de Argentina, en la actualidad existe el Instituto Malbrán en su homenaje.

Nené, la madre de Juan Carlos, Mabel, la viuda, no dimensionan la gravedad del caso, aunque por otra parte se menciona que “pescarse una tuberculosis era fácil”, de todos modos no se tomaban los recaudos necesarios a tal fin.

La novela está teñida de muerte desde el comienzo al fin, primero las Boquitas pintadas serán de rojo carmesí, luego se tornarán violáceas, se habla de cremación y con ello de la desintegración del ser, de nichos, de la sepultura, de gusanos, de putrefacción, de despojos, de osario, de huesos pelados, de fosa común, entre otros términos.

Juan Carlos es el antihéroe, el jugador, mujeriego, haragán, inculto, que ni siquiera puede hacerse cargo de su tratamiento en las sierras por falta de dinero y por deudas contraídas y que, sin embargo, tiene esa crueldad de “atacar” sexualmente a una niña para sentir su poder viril. Podríamos afirmar también que tal vez, este personaje sea un estereotipo del Don Juan de la tradición literaria, personaje literario, encarnación del hombre conquistador de mujeres, dominado por el afán de seducir al mayor número posible de seres del sexo femenino y de hacer ostentación de sus éxitos.. Al período del romanticismo español pertenece el famoso Don Juan Tenorio, de Zorrilla, popularización del mítico seductor (4)

Hasta aquí ha sido descripta la situación narrativa de la novela, entonces nos volvemos a preguntar: ¿cuál es la verdadera enfermedad en Boquitas pintadas?

Se podría considerar que el estado físico y anímico del personaje es un reflejo de lo social, allí se contraponen el lujo y el esplendor de las grandes tiendas de esa época, en buenos Aires, por ejemplo, con la pobreza, la incertidumbre y la descripción del sometimiento de los obreros y empleados de ese tiempo, en Coronel Vallejos, en este caso. Las amplias descripciones de los enseres que se utilizaban, el álbum de fotos, el ambiente del hospital, los alaridos, todo contribuye a la desolación y constituyen elementos de una época triste, melancólica, con sueños y ambiciones aniquiladas.

El autor marca en algunos personajes esa ansiedad y deseo latente de llegar a Buenos Aires a punto de compararla con la París elegante y suntuosa y en contraposición, la frustración por no lograr rápidamente poseer alguno de los muebles que deberían tenerse para marcar la “diferencia”, por ejemplo o cualquier otro signo que denote un mayor status. Podemos afirmar, además, que la impersonalidad u objetividad, como también el ocultamiento de la verdad, producen sensación de angustia en el clima de la novela.

El hecho significativo de que cada entrega lleve un epígrafe, la mayoría de ellos de letras de Le Pera, donde el clima de tango se hace presente: el amor, la vida entera, la tarde triste, deliciosas criaturas perfumadas, las estrellas, una lágrima asomada, hondas horas de dolor, el coraje de querer, la pena inaudita, boquitas azules, violáceas, negras, el irse en silencio, el centinela de una promesa de amor, las horas que pasaban y que ya no volverían más, el azul de atardecer, el soplo de la vida, la errante sombra que buscaba y nombraba ¿a quién?, son claros indicios de un fracaso hipertrofiado por el ansia de superación. Toda la narración converge hacia tal objetivo; la voracidad insana impera en los personajes, más acentuada en Juan Carlos y de alguna manera y por ósmosis en Nené. El autor utiliza estos epígrafes para acercar al lector y de esta manera como él lo dijera, intentar una nueva forma de literatura popular.

Nos preguntamos además, ¿qué se propone el autor, con el texto de todos estos epígrafes? La respuesta no se hace esperar: La descripción absoluta de una directa caída hacia la derrota.

La cronicidad creada por el autor establece el máximo condicionamiento que deviene en el paso del tiempo, lento y minucioso y que, indeclinablemente, va hacia el derrumbe.

Siempre parece haber una esperanza, sin embargo, pero luego el autor se encarga muy bien de desbaratarla; hasta la visita a una gitana es un elemento utilizado para describir, en el vaticinio, primero un corazón blanco, luego un corazón podrido hasta terminar diciendo que a los billetes se los llevan los muertos.

¿Qué otra cosa está enferma en la narración?

El matrimonio como institución está desdibujado. La muerte y la oscuridad tiñe todos los rincones: Nené culpa a la viuda Elsa Di Carlo, que tenía amoríos con Juan Carlos, como la asesina real del mismo; Mabel se casa, ya jubilada da clases particulares en el barrio de Caballito, y luego aparece el personaje de un nieto al que debe ayudar porque tiene parálisis infantil, Nené se casa con un marido apático, ve a sus hijos “feuchos”, Doña Leonor está casi ausente y es un ser despreciativo, la Raba es violada, mata al padre de su hijo aunque sale ilesa de culpa y cargo, una más de las tantas contradicciones, luego el autor narra que tiene 4 hijastros, de los que tiene 11 nietos más 3 nietos de su hijo Pancho y el inminente casamiento de su hija Ana María; Celina, la hermana de Juan Carlos, demuestra su maldad y resentimiento enviándole al marido de Nené cartas enviadas a su madre, Doña Leonor, donde Nené manifiesta su disconformidad en el matrimonio, lo cual le causa un perjuicio a Nené, finalmente Celina se queda soltera, menoscabada por la vida.

¿Tal vez sea natural que ningún personaje reniegue de su destino?. Sólo una vez Juan Carlos manifiesta que el temor más grande era morirse. Allí el autor parece humanizar al personaje pero luego y muy pronto lo vuelve indiferente, esquivo, poco comprometido con su salud, irresponsable y a la vez lo describe como un niño deseoso de que le sobrevengan tiempos mejores, sin embargo él nunca se ha encargado de sembrar nada con anterioridad para que ello ocurra.

Sobre el final se produce un breve racconto de años que se sucedieron donde muchos han muerto, los hijos de Nené se han convertido en profesionales y la misma narración se vuelve circular ya que cierra con la noticia de la muerte de Nené de sólo 52 años, por un cáncer en la columna vertebral,,es decir concluye con la necrológica de la misma.

El fluir de la conciencia, que aparece en el final de la novela, con frases que se hallan desparramadas a través de la historia narrada, denotan las extrañas simetrías de los personajes embuídos de una melancolía y una fuerza centrífuga que los lleva, a muchos de ellos, al fracaso y a la muerte. También las cartas terminan siendo incineradas….porque el fuego lo quema todo…hasta las palabras; sabemos las múltiples significaciones del fuego, del latín focus: hogar) considerado por los filósofos presocráticos como uno de los cuatro elementos de la naturaleza y podríamos asociarlo en este caso a la ira, la destrucción, el fin de una etapa, lo muy vivo que termina extinguiéndose, unido al concepto del fuego sagrado de los antiguos dioses que lo consideraban. QUE IMPLICA EL FUEGO???

 

CONCLUSIONES:

 

  1. En el tratamiento de la presencia de la enfermedad en la narración Puig exalta una serie de contradicciones en los personajes y con ello desnuda las significaciones más íntimas por lo que causa un efecto de distancia y acercamiento a la vez con el lector.
  2. La atmósfera de la novela desde el comienzo está signada por la muerte y múltiples términos son inherentes a la misma siendo esta una impronta del dramatismo que el autor ha elegido para la misma.
  3. Se podría afirmar que la novela no sólo se puede leer linealmente sino que en su interior subyace otra historia, como un juego de cajas chinas, interviene lo social, lo económico, lo cultural y lo existencial.
  4. ¿Cuál es la verdadera enfermedad en Boquitas pintadas? Sin lugar a dudas no es la tuberculosis de Juan Carlos o el cáncer del padre de Nené o de ella misma o cualquier otra enfermedad mencionada a lo largo de la novela sino es esa singular soledad de los seres humanos, la lucha por vivir, las esperanzas, las frustraciones, el sentido de pertenencia, las pérdidas, los fracasos y la extraña conciencia de saber que siempre se está solo frente a la muerte.

Bibliografía:

(1) Silvia Santana Edición Diana París – Planeta

(2) Salvat Editores SA (1972)

(3) Salvat Editores SA (1972)

(4) Salvat Editores SA (1972)